Los padres del 14 de abril acabaron apoyando a Franco. Por José Javier Esparza
| 14 abril, 2020
José Ortega y Gasset, que había rubricado alguna de las sesiones más notables del parlamento republicano –es célebre su debate sobre el asunto catalán-, se apartó de la vida política a partir de 1933. Cuando comenzó la guerra civil estaba en su casa de Madrid. Allí recibió la visita de una escuadra de milicianos comunistas, armados con pistolas, que le presentaron un documento: era un manifiesto de apoyo al Frente Popular y condena de la sublevación militar. Ortega firmó bajo la amenaza de las armas y huyó inmediatamente al exilio: París, Países Bajos, Argentina, Lisboa…Durante la guerra no dudó en censurar a quienes, fuera de España, defendían al Frente Popular sin tener ni idea de lo que realmente estaba pasando en nuestro país. Ortega volvió a España reiteradas veces durante los años cuarenta hasta afincarse definitivamente en Madrid. No se le devolvió su cátedra madrileña, pero sí todos los haberes atrasados. El régimen de Franco le permitió crear un Instituto de Humanidades donde impartió enseñanza de manera privada hasta su muerte en 1955.
Gregorio Marañón abandonó también el Madrid del Frente Popular al ver su vida amenazada por los milicianos de la izquierda. Se instaló en París y allí permaneció hasta 1943. Volvió a España. Sus viejos discípulos, todos ellos en el régimen de Franco, le habían organizado un retorno triunfal: una conferencia magistral en el Paraninfo de la Universidad Complutense.Marañón se reincorporó a la vida docente como profesor de Endocrinología, que era su especialidad médica. En 1946 fue nombrado vocal del Pleno del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, organismo creado por el nuevo régimen. Pidió y obtuvo la creación de un Instituto de Endocrinología Experimental que, posteriormente, se integró en el Centro de Investigaciones Biológicas. Miembro de cinco reales academias, pasó el resto de su vida escribiendo y enseñando. Murió en 1960 siendo una de las personalidades más respetadas de la cultura oficial española.
Por último, el escritor Ramón Pérez de Ayala también abandonó el Madrid rojo. La República le había nombrado embajador en Londres en 1932, pero en junio de 1936, antes de que estallara la guerra, dimitió al ver la deriva revolucionaria del Frente Popular. Se exilió en Francia. Dos de sus hijos combatirán voluntarios en el bando nacional. Como Ortega, también Pérez de Ayala hablará a favor del alzamiento desde el extranjero: lo hizo en una carta abierta publicada en el Times de Londres. Sin embargo, tardará en volver a España. El régimen de Franco le nombró agregado honorario de la embajada española en Buenos Aires, pero la vida de Pérez de Ayala entró en un torbellino de reveses personales. En diciembre de 1954 regresó finalmente a Madrid. En la capital de España pasó el resto de su vida escribiendo regularmente en el diario conservador y monárquico ABC hasta su muerte en 1962.
Los tres firmantes del manifiesto de la Agrupación al Servicio de la República, Ortega, Marañón y Pérez de Ayala, terminaron abominando de la República y cobijándose bajo el régimen que cerró la calamitosa experiencia republicana.
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